viernes, 26 de junio de 2009

No todo es lo que parece


En ocasiones nos creemos conocer la realidad, pero ésta no siempre es como creemos. Por ejemplo, en la imagen de arriba veis una espiral verde y otra azul, ¿no?

¿Las veis?

¿Realmente?

¿Estáis seguros de que son verde y azul y no de algún otro color?

¿Y qué pasa si yo ahora os digo que no son verde y azul?

¿Y si os digo que las dos son del mismo color?

Comprobación y explicación en Microsiervos

lunes, 22 de junio de 2009

'El mendigo y el ladrón' (1915) por Ricardo Flores Magón

A lo largo de la avenida risueña van y vienen los transeúntes, hombres y mujeres, perfumados, elegantes, insultantes. Pegado a la pared está el mendigo, la pedigüeña mano adelantada, en los labios temblando la súplica servil.

- ¡Una limosna, por el amor de Dios!

De vez en cuando cae una moneda en la mano del pordiosero, que éste mete presuroso en el bolsillo prodigando alabanzas y reconocimientos degradantes. El ladrón pasa, y no puede evitar el obsequiar al mendigo con una mirada de desprecio. El pordiosero se indigna, porqué también la indignidad tiene rubores, y refunfuña atufado:

- ¿No te arde la cara, ¡bribón!, de verte frente a frente de un hombre honrado como yo? Yo respeto la ley: yo no cometo el crimen de meter la mano en el bolsillo ajeno. Mis pisadas son firmes, como las de todo buen ciudadano que no tiene la costumbre de caminar de puntillas, en el silencio de la noche, por las habitaciones ajenas. Puedo presentar el rostro en todas partes; no rehuyo la mirada del gendarme; el rico me ve con benevolencia y, al echar una moneda en mi sombrero, me palmea el hombro diciéndome. “¡buen hombre!”

El ladrón se baja el ala del sombrero hasta la nariz, hace un gesto de asco, lanza una mirada escudriñadora en torno suyo, y replica al mendigo:

- No esperes que me sonroje yo frente a ti, ¡vil mendigo! ¿Honrado tú? La honradez no vive de rodillas esperando que se le arroje el hueso que ha de roer. La honradez es altiva por excelencia. Yo no sé si soy honrado o no lo soy; pero te confieso que me falta valor para suplicar al rico que me dé, por el amor de Dios, una migaja de lo que me ha despojado. ¿Qué violo la ley? Es cierto; pero la ley es cosa muy distinta de la justicia. Violo la ley escrita por el burgués, y esa violación contiene en si un acto de justicia, porque la ley autoriza el robo del rico en perjuicio del pobre, esto es, una injusticia, y al arrebatar yo al rico parte de lo que nos ha robado a los pobres, ejecuto un acto de justicia. El rico te palmea el hombro porque tu servilismo, tu bajeza abyecta, le garantiza el disfrute tranquilo de lo que a ti, a mi y a todos los pobres del mundo nos ha robado. El ideal del rico es que todos los pobres tengamos alma de mendigos. Si fueras hombre, morderías la mano del rico que te arroja un mendrugo. ¡Yo te desprecio!

El ladrón escupe y se pierde entre la multitud. El mendigo alza los ojos al cielo y gime: -¡Una limosna, por el amor de Dios!


Vía Mimetist

¿Y tú? Si tuvieras que elegir... ¿mendigo o ladrón?

miércoles, 17 de junio de 2009

El sentido de mi vida

Tenía pensado publicar alguna otra entrada antes, pero como ayer traté el tema con los dos únicos lectores del blog (si hay alguien más ahí, que se manifieste, jeje) creo que es oportuno sacar el tema a la palestra.

Es curioso, nos autodenominamos "animales racionales" y luego no ponemos en práctica nuestra capacidad de raciocinio. Podemos vivir cerca de 100 años (que se dice pronto) sin llegar a preguntarnos por qué hacemos las cosas, qué buscamos, qué perseguimos. Existe un cierto temor generalizado a plantearnos seriamente la pregunta de marras: "¿cuál es el sentido de la vida?". Puede que sea debido a las respuestas que podamos obtener (o al miedo a no obtener respuestas), que es posible que nos hagan tener que dar un giro radical a nuestra vida o por el miedo a no ser capaz de cumplirlas, por lo que nuestro conformismo actúa de forma represora. Otras veces se debe a que simplemente, no se nos ha ocurrido planteárnoslo.

Sin embargo, aunque nos planteásemos la dichosa cuestión, no obtendríamos las respuestas deseadas si no realizamos la pregunta adecuada. Ésta debería ser "¿cuál es el sentido de mi vida?"

Después de muchos años simplemente tirando pa'lante sin plantearme nada, he llegado a un punto en el que me siento bastante asqueado con el trabajo y hacia donde está yendo mi vida. Nunca dejará de sorprenderme mi capacidad de aprender de los malos momentos (y lo que me cuesta aprender en los momentos 'neutros', ni buenos ni malos). Todo ello ha provocado que me pregunte la eterna cuestión y empiece a vislumbrar las primeras repuestas, siendo éstos los principales pilares:

- Felicidad: El ser humano es egoísta por naturaleza, pues busca ante todo su propio bien, aunque depende de cada uno si éste es conseguido ayudando a los demás o pasándoles por encima. Este asunto (creo) que no se puede perseguir como tal, sino que será la consecuencia última de cumplir los demás puntos.
Igual que pasa con la amistad o el amor, se puede hacer por buscarla o cuidarla una vez encontrada, pero no se puede forzar. Sin embargo, nosotros podemos procurar que las condiciones sean las idóneas para que surja: difícilmente brotará una flor rodeada de malas hierbas.

- Libertad: ¿Hasta que punto somos libres? Estamos sometidos a miles de reglas y deberes "por nuestro bien". Nuestros padres tienen unos planes para nosotros y sentimos una presión social para hacer "lo que debemos hacer".
El primer paso hacia la libertad es ser conscientes de nuestras cadenas, así como dejar de verlas como algo inamovible. Hasta que no seamos capaces de abandonar ese conformismo y hacer algo por cambiarlo más que meras palabras, no empezaremos a coger las riendas de nuestra vida.

- Sabiduría: No sólo se trata de la búsqueda del conocimiento, sino del razonamiento del mismo. No se trata de acumular datos sin ton ni son, sino de intentar ampliar la capacidad mental mediante la reflexión, en un plano más filosófico.
Mi objetivo es poder alimentar la mente para que ésta dé de sí todo lo posible y no se sienta limitada. No creer que mi formación ya ha terminado sino que ésta nunca se detiene y hacer por continuarla.

- Utilidad: Ante todo, el ser humano es un ser social. La gran mayoría de la gente tiene la necesidad de sentirse realizados viendo que sus actos tienen un efecto, pensar que el mundo sería distinto si no fuera por ellos. Hay quien palia este sentimiento volcándose en su trabajo, hay quien pinta tags en las paredes, hay quien directamente se cree superior al resto, hay quien cree que el mundo se desmoronaría si no fuera por ellos, ...
Sin embargo, mi intención es lograr paliar esta necesidad sintiendo que mi vida tiene una utilidad (real) y de ayuda a los demás. A veces no hacen falta grandes logros, puede ser suficiente con ayudar a algún amigo que lo necesite. Pero aparte de pequeños actos, me gustaría que mi vida profesional también estuviera enfocada en ese ámbito, aunque es complicado.

¿Qué hacer para encaminar nuestra vida hacia estos objetivos? Es complicado obtener unas respuestas concretas, pero éstas irán apareciendo según vayamos siendo fieles a nuestros objetivos. Por ahora, las posibles soluciones que abordo son: dejar el trabajo (a pesar de la manida "crisis"), tomarme unos días de retiro, volver a estudiar, aprender/practicar Filosofía, enfocar mi vida laboral hacia la educación, ...
Siento cierto temor porque me dirijo hacia caminos desconocidos, pero saco el valor necesario para afrontarlo de saber que cuando algo no me gustaba he sido capaz de hacer por cambiarlo.
Nadie dijo que iba a ser fácil.

lunes, 15 de junio de 2009

lunes, 8 de junio de 2009

La rutina. El día de la marmota

En la vida en pareja siempre ronda cierto temor a la rutina. Todos hemos oído alguna vez a alguien justificar el fin de una relación con un "caímos en la rutina". Sin embargo, la rutina casi nunca suele ser la culpable. Para demostrarlo, dividiremos a las relaciones en dos tipos distintos:
  1. Relación en la que haces muchas cosas, cada semana algo distinto. Estarás bastante ocupado y encontrarás el entretenimiento en lo que hagas, más que en la persona que esté contigo.
  2. Relación en la que haces siempre lo mismo. Cómo te lo pases dependerá de tu acompañante. Si no congenias bien con él/ella, acabarás "harto de la rutina".
Cuando una pareja empieza la relación es más parecida al primer caso (es todo nuevo, tratas de innovar más a menudo, ...), pero con el tiempo la relación se va estabilizando y se parece más a la segunda. Y ahí es cuando empiezan a conocer realmente a la otra persona y ven si se lo pasan bien por lo que hacen o por cómo es su pareja.

Llegado este punto hay muchas parejas que lo dejan, echando la culpa a la rutina. La rutina ha provocado la ruptura de la pareja, pero no por sí misma sino porque ha dejado vislumbrar que ambos no son compatibles.

El principal problema de esto es que los muy pánfilos piensan "hemos roto por haber caído en la rutina; la próxima vez intentaré hacer todo lo posible (ir cada día a un sitio distinto, no hacer cosas por costumbre, ...) para no caer en la rutina". Pero los muy zoquetes no se dan cuenta que así lo único que consiguen es alargar el tiempo hasta que se conocen realmente. Los hay incluso que para salir de la rutina se van a vivir juntos, se casan o incluso tienen descendencia.

Pero tarde o temprano, caerán en la rutina y verán cómo es el otro. Y como no te guste... mejor haberte dado cuenta prontito... que haciendo partición de bienes y de custodia compartida.

Obviamente, esto también es aplicable a las relaciones de amistad. Si tienes una buena relación con tus amigos puedes quedar siempre en el mismo sitio, ir a cenar al mismo restaurante, tumbarte en el mismo césped e ir al mismo garito de siempre... y te lo pasarás genial porque disfrutas más de su compañía que de la novedad que supone ir a un sitio nuevo. Sin embargo, si intentas hacer eso mismo con otros amigos con los que no te lleves tan bien acabarás "harto de la rutina". ¿De la rutina? No.