domingo, 2 de mayo de 2010

Demasiado viejo para ser joven

Hace unos días cumplí 25 años, como algunos ya sabréis. Lejos quedan ya el 15 de "la niña bonita", el 22 de "los dos patitos" y, aunque tan lejos, el 24 de "mi casi-seguro último factorial" (4!=24, 5!=120). Ahora toca el fatídico 25 de "un cuarto de siglo". ¿A que ya no suena tan guay?

Vale, lo sé, el 24 tampoco es que sonora muy guay.

Como bien sabe cualquier inventor de síndromes psicólogo, a cada cifra redonda le corresponde una crisis. Como no, por muy especial que me quiera creer a veces, yo tampoco he conseguido librarme. Llegado este punto uno no puede evitar plantearse qué demonios ha hecho con su vida. Cuando tienes 15 años uno se cree que con 25 ya se habrá comido el mundo, pero al final es más bien hambre lo que ha pasado (y no me refiero al tema ligoteo... o no sólo a eso).

Sé que puede sonar duro, pero cuando hago balance de todos estos años no me gusta especialmente lo que veo. Muchas oportunidades perdidas, dos onzas de no saber hacer, una pizca de mala suerte y... ya tenemos la receta. Siempre me he consolado pensando que mis penurias me han hecho aprender de ellas y ser lo que soy, pero últimamente no me sirve. No sé si es que no lo considero una excusa suficiente, o que no me gusta lo que soy. Una de dos.

Ahora siento una terrible tentación de hundirme totalmente en el fango y recrearme en mis penurias, aunque intento (un poco) asomar ligeramente la cabeza a la superficie. Pero bueno, supongo que estaré pasando por un valle (dentro del valle) y que en unos días volveré a estar perfectamente (dentro de lo que es estar perfectamente para mí). Sino, pues siempre puedo hacer como esas viejecitas que se tiñen de rojo caoba por la ¿crisis de los 75? Si llegamos, todavía nos queda para esa...

No hay comentarios: