jueves, 30 de diciembre de 2010

Borrón y cuenta nueva

El gran cine es el que llega a los sentimientos, el que nos convierte en partícipes de su obra. Por eso, considero que Funny Games es una buena película, por mucho que me provocase un nudo en el estómago durante y después de su visionado. Pero en este caso, me centraré en las dos últimas películas que he visto, que me han producido un efecto contrario: Man on wire, todo un canto a la esperanza y a la persecución de un sueño, y Buscando un beso a medianoche, una de esas perlas de cine independiente estadounidense que se encuentran cual aguja en un pajar.

"¿Cuál es mi gran sueño?" se pregunta uno tras ver al genial (y ligeramente perturbado) Philippe Petit perseguir con ahínco el suyo. El silencio responde. Creo que estoy terminando de matar las ansias de genialidad y relevancia que tenía. Ansias que me han llevado a trabajos cuanto menos pintorescos, que traían de la mano precariedad y inestabilidad. Ansias que me han llevado a experiencias increíbles y grandes cambios personales. Pero ansias al fin y al cabo, vacías ellas. La necesidad de reinventarse continuamente lleva al hastío. Está claro que tendré que reinventarme una vez más, pero debo decidir si intentaré que ésta sea la definitiva o si será una más en este interminable camino.


Uno es lo que hace, pero también lo que siente. Mi estado anímico a lo largo de este año que termina ha seguido, a grandes rasgos, la estela de una campana de Gauss. Alcanzando la cúspide entre junio y julio, meses en los que a pesar de la inestabilidad laboral tuve una estabilidad emocional que nunca había tenido. Experimentar nuevas sensaciones y sentir emociones inéditas supusieron toda una bocanada de aire fresco en mi vida. Pero desde entonces, no ha habido ni un único día en el que no me haya acordado de aquellos momentos. Como si fuese incapaz de adaptarme a mi vida anterior después de vivir tal experiencia. Siguiendo con el símil cinéfilo, es como cuando Philippe Petit siente que no puede volver a la misma vida después de haber caminado sobre las nubes.


Intento pensar en ello lo menos posible, creyendo así que conseguiría ser más listo que mi memoria (maldigo el momento que me dio por ejercitarla). Sin embargo, de todos es sabido que la auto-censura no provoca más que ocultarnos los sentimientos tras una sábana que cualquier soplo de viento es capaz de destapar. Por eso últimamente he tratado de hacer una pequeña introspección de mis sentimientos, con el fin de intentar paliar el absurdo de las emociones mediante la racionalidad del pensamiento.

"¿Qué es lo que echo de menos?" Me estoy dando cuenta que más que echarla de menos a ella, lo que extraño son las sensaciones que tenía cuando estaba con ella. Un buen primer paso, porque ella no volverá y esas sensaciones es probable (y espero) que sí. Añoro esos días en los que tenía gran seguridad en mí mismo, en los que creía que podía hacer cualquier cosa. Extraño ese afán de explorar nuevas sensaciones, de intentar hacer algo que merezca la pena cada día. Echo de menos el poder desarrollarme como individuo, aunque también tener tal confianza, mental y física, con otra persona. Excepto esto último, el resto de cosas las podría obtener por mí mismo, sin necesidad de nadie más. Es igual de peligroso hacer funambulismo a 50 metros de altura que a 400, pero acojona mucho más.

Por eso sé que sólo necesito un pequeño impulso anímico personal para alcanzar nuevas metas sin la necesidad de otra persona especial. Sé que tengo que cambiar cosas y hacer acopio de valor para afrontar nuevos retos. Sé que está en mis manos cambiarlo. Sé muchas cosas, pero cuesta llevarlas a cabo. Por eso, durante todo 2011 pondré todo mi empeño en conseguirlo. Nadie podrá decir que no lo he intentado.

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